El Olivar Centenario de Abanilla recibe visitantes todos los años, su encanto natural unido al  turismo rural hace que sea un interesante atractivo turístico para los visitantes y amantes de la naturaleza en estado puro.

Tres fincas con olivos centenarios, algunos podrían tener más de 500 años, del Olivar de Abanilla (Región de Murcia), se han asociado a la red de custodia del territorio de ACUDE mediante la firma de convenios con sus propietarios. El Olivar de Abanilla es un olivar dinámico, en el que alternan olivos jóvenes con olivos añosos y compatibilizando la producción olivarera con la conservación de sus olivos centenarios.

Las primeras referencias históricas y vestigios arqueológicos sitúan el origen del olivo en Asia Menor; localizándose en el territorio conocido actualmente como Oriente Medio.

El origen del olivo coincide y se extiende con las civilizaciones que han desarrollado en la cuenca Mediterránea. Su territorio de cultivo se distribuye a lo largo de todas las tierras que rodean el Mediterráneo.

Los antiguos dijeron que el Mediterráneo empezaba y acababa en el olivo, queriendo expresar así la íntima unión existente entre el árbol y su área geográfica. Es en realidad una forma de referenciarlo como una unidad orgánica. Sería imposible hablar del olivo y no hacerlo del Mediterráneo, su mar.

Las parcelas integradas en la red de custodia de ACUDE, se encuentran en uno de los sistemas agrícolas tradicionales más

interesantes y singulares de la Región de Murcia, no solo por contar con añosos olivos, sino además por el entorno en el que se localiza.

Los propietarios de estas parcelas, Josefina Miralles Guas y José Antonio Ramírez Martínez, son personas muy sensibilizadas con la conservación del Olivar de Abanilla y su entorno.

Josefina Miralles ha asociado a ACUDE, además de la parcela con olivos centenarios, otras ocho fincas de su propiedad ubicadas en la Sierra de Barinas y otros parajes del municipio. José Antonio Ramírez ha integrado otra parcela próxima a la localidad de Mahoya con una veintena de palmeras datileras (Phoenix dactilifera), con lo que la red de custodia del territorio de ACUDE cuenta actualmente con cerca de 1.500 palmeras datileras, susceptibles de acciones de custodia del territorio para su conservación, gracias a la colaboración de propietarios de fincas y de Viveros Muzalé, S.L., empresa muy comprometida con el patrimonio de Abanilla.

Abanilla cuenta con algunos de los olivos más singulares de la Región de Murcia, tanto por su edad como por el medio en el que se cultivan, constituyendo un recurso genético y ecoturístico de gran importancia que merece ser conservado.

Por fortuna, en Abanilla hay propietarios que, con su esfuerzo e invirtiendo mucho tiempo y su propio dinero, contribuyen a la conservación de este interesante patrimonio que constituye el paisaje agrícola tradicional del Olivar de Abanilla. ACUDE apoyará, mediante el empleo de la custodia del territorio, a propietarios integrados en la Red de Espacios para la Biodiversidad, la Diversidad Genética y el Paisaje, cuyas parcelas cuenten con olivos centenarios.

Asimismo, en el marco del convenio de colaboración firmado entre el Ayuntamiento de Abanilla y ACUDE, ambas entidades desarrollarán acciones para la puesta en valor y proyección pública de los sistemas tradicionales del municipio, como el palmeral y el olivar, y para que los abanilleros y otros ciudadanos conozcan este valioso patrimonio.

Todos los años en Abanilla se organizan visitas guiadas a este olivar centenario donde aparte de realizar un recorrido a pie por estos paisajes tan singulares y disfrutar del encanto de sus olivos, se finaliza la visita en la Cooperativa Olivarera “Santa Cruz” Abanilla  aprendiendo sobre el proceso de elaboración del aceite de oliva en las instalaciones de esta almazara, una aventura rural a la que se apunta gran número de visitantes todos los años.

 

“FESTIVAL HANAMI” (花見  «ver flores»)

Desde hace algunos años en Finca Toli,  se viene celebrando una tradición milenaria japonesa relacionada con  la sakura (桜 o サクラ) o flor del cerezo. Con motivo de la Floración de los Cerezos, Finca Toli permite a los visitantes, disfrutar de una tradición nipona, llamada Hanami que significa literalmente “ver flores”.

Esta flor representa, desde la antigüedad, la caducidad de la vida y la belleza de lo efímero. Incluso se estableció un paralelismo entre la vida de la flor y la del samuráis, ambas cortas e intensas. Actualmente también representa la belleza de la inocencia y la relación del hombre con la naturaleza.

La famosa tradición comenzó en lo que hoy se conoce como Japón, alrededor de los años 710-784, en el Período Nara, muy influenciado por la Dinastía Tang china. En sus principios era la flor del ciruelo la que despertaba la admiración de la población, sin embargo la sakura fue abriéndose paso en el Período Heian y ha ido evolucionando hasta convertirse en lo que hoy se conoce como la fiesta de la floración del cerezo o Hanami. No tiene una fecha concreta, pues debido a las variables climáticas este fenómeno puede retrasarse o adelantarse.

El pronóstico de florecimiento, sakurazensen (桜前線),  anuncia cada año los días previstos para la floración del cerezo. Debido a que este año el invierno está siendo más frío de lo normal, la predicción es que los cerezos florezcan un poco antes que en años anteriores.

Es lo mismo que ha sucedido en los cerezos de Finca Toli, situados en los parajes de la Ceja y la Aragona en el término municipal de Jumilla, la floración de las primeras variedades tempranas comenzó sobre el 20 de Marzo y llego a su fin a finales del mismo mes, cuando las fechas de otros años suelen ser entre los últimos días de Marzo y los primeros  quince días de Abril.

YOZAKURA 夜桜, cerezos de noche,  algo distinto, una experiencia única,  en la que se ha podido disfrutar de la belleza del cerezo en flor de noche, al aire libre, a la luz de las velas, con vinos de BSI, Gemina y Sabatacha, música en directo. En definitiva una cena bajo las ramas llenas de flores del cerezo y adornadas con guirnaldas y luces, un paisaje digno de contemplar y admirar.

Finca Toli cuenta, entre otros cultivos, con más de cuarenta  hectáreas de cerezo y ha importado esta tradición con el deseo de  dar a conocer su explotación, bajo el mejor marco natural posible, la primavera en todo su esplendor.

La finca ha obtenido grandes éxitos en su explotación debido a distintos sistemas de producción que se complementan y que recogen la tradición agricultora de distintos pueblos, incluido el suyo, y la innovación de las actuales técnicas de explotación agrarias, por eso se decide a presentar sus logros bajo la floración del cerezo. La mayor diferencia que encontramos con el paisaje japonés es que allí son los bosques de cerezos los que ofrecen esta imagen, sin embargo aquí, estamos ante una joven plantación de cerezos, rodeados de viñedos, que presenta una exclusiva  belleza, dado al paisaje árido en que se encuentran.

La idea de realizar las celebraciones con motivo de la floración, es solo una forma de agradecer a los fieles clientes, el espectáculo que brinda cada año la floración de los cerezos. Desde que comenzaron con este cultivo, permitieron a todo aquel que quiere visitar su explotación, que pasee por sus cerezos, los fotografié o simplemente disfrute del paisaje. Tenga en cuenta que esta empresa es una empresa familiar, y aún así han atendido a todo aquel que ha querido visitarlos tanto en la floración como en la recolección, porque en definitiva son unos apasionados de su profesión y así lo transmiten a sus visitantes.

Estas visitas durante la floración no suponen en sí un beneficio económico para su empresa, pero si supone un tesoro valioso la gran cantidad de agradecimientos que reciben de los visitantes.

ENOTURISMO: propuestas de enoturismo en pleno corazón de la cuna del vino, con dos Denominaciones de Origen propia: Yecla, Jumilla y Vinos de la Tierra de Abanilla.

En la actualidad, los territorios agrícolas clásicos ven la necesidad de crear proyectos turísticos para dinamizar nuevos planes de desarrollo económico territorial. Los eminentemente vitivinícolas han hallado en el vino una fuente de interés, coherente con el territorio, sus gentes y sus tradiciones, y un eje vertebrador de la oferta turística. De hecho, en cualquier proyecto enoturístico de carácter territorial, suele apostarse por un destino sostenible y con sensibilidad medioambiental, una oferta turística claramente diferenciada de otras regiones rurales y adaptada, asimismo, tanto a las necesidades de productores y elaboradores como a las del visitante.

El turista actual está cambiando sus hábitos de viaje y busca otro tipo de alicientes en sus destinos. Por este motivo, el binomio vino-gastronomía se ha convertido en un producto de gran interés. Pero, en la vertebración de este turismo, es imprescindible que todos los actores del territorio colaboren, y que las bodegas, un elemento fundamental en la consolidación de este producto, se impliquen sin remisión. En este sentido, no hay duda de que la creación de rutas vinícolas ha constituido un buen acicate para involucrar a todos los agentes de la zona y articular un producto turístico basado en el vino.

A continuación, presentamos un análisis del sector enoturístico desde dos puntos de vista clave, el de la demanda del turista actual y el de la oferta turística del territorio.

El advenimiento de la sociedad del bienestar y, con ella, el de una mayor disponibilidad de tiempo libre, ha comportado una transformación radical del turismo. Ahora, los tradicionales destinos de sol y playa conviven con un turismo alternativo que se abre  nuevos intereses y motivaciones que, por sí solos, pueden llegar a suscitar un viaje. Un turismo que se siente atraído por otro tipo de destinos y tiene afán de productos novedosos que colmen sus expectativas.

Indudablemente, el turista requiere de unos determinados estímulos que justifiquen su elección, y está claro que el natural matrimonio entre los mundos de la gastronomía y el del vino despierta interés y atracción a raudales.

 Getz y Brown describen enoturismo como: “Una estrategia para potenciar el área geográfica productora de vino y publicitar todos aquellos atractivos vinculados a éste y a su ámbito de elaboración. Un agente de lujo para que esa curiosidad natural del consumidor por conocer y probar los productos que lo satisfagan y motive su desplazamiento a las zonas productoras de vino. Una oportunidad de promoción de las bodegas para mostrar sus productos al público y venderlos de forma directa”.

El consumidor está cambiando y, cómo no, también sus hábitos vacacionales. El turista actual realiza salidas con mayor asiduidad que antes, si bien más fragmentadas y cortas. Este consumidor elige lugares más próximos para sus escapadas y valora los destinos con conciencia ambiental y vinculados a la naturaleza y a un estilo de vida saludable. Trekkings, rutas en bicicleta y actividades deportivas son valores en alza. El turista, en su tiempo de ocio, busca los alicientes del llamado Life Style: gastronomía, actividades recreativas, balnearios, “shopping”, etc. Normalmente, los destinos escogidos van asociados a algún atributo emocional e intangible, y se busca lo auténtico, lo singular. En definitiva, el turista tiene sed de novedades; quiere vivir experiencias en sus viajes y anhela nuevos productos turísticos que lo satisfagan y cumplan con sus expectativas iniciales.

El enoturismo proporciona esa experiencia plena. Una marcada tendencia actual es la agrupación temática de los

productos o destinos turísticos. El viajero ya no sólo se desplaza buscando un destino sin más, sino que lo hace premeditadamente, «con nocturnidad y alevosía», anteponiendo la satisfacción de sus aficiones y gustos personales a la visita de un enclave geográfico elegido a dedo.

Curnonsky, «el príncipe de los gastrónomos», en los años veinte del siglo pasado, escribió que gastronomía y turismo van indisolublemente unidos, y creó el término de gastronómadas para designar a los viajeros que, en cada viaje y lugar que visitaban, vivían una experiencia gastronómica única.

La visita a bodegas no es una actividad que se haya instituido hoy en día. Ya desde su inmediata creación, las bodegas abrieron sus puertas para dar a conocer sus productos y las actividades vinculadas al vino. Se trataba de una labor de fidelización de clientes, de una actividad que se llevaba a cabo con mucho cariño en el propio corazón del negocio pero sin ningún propósito de obtener una nueva fuente de ingresos. Cierto es que cuando se habla de enoturismo la bodega pasa a ser un atractivo de primer orden, un elemento clave si se pretende articular la oferta turística en torno al vino. Pero, para conseguir resultados, es requisito indispensable que la bodega tenga conciencia turística; ha de ver en el enoturismo una nueva unidad de negocio dentro de sus instalaciones. Y, por este motivo, ha de empezar a trabajar en la transversalidad de dos sectores: el enológico y el turístico. La bodega debe estructurar una nueva estrategia de negocio vinculada al turismo. Ha de considerar el enoturismo un nuevo canal de comercialización de sus productos; ha de confiar en la venta directa y aprovechar las visitas para conseguir clientes incondicionales y que el lazo emocional que se establece entre el enoturista y la marca convierta al visitante en el mejor embajador de sus productos. Ello supone dedicar recursos humanos y financieros.

A fin de recibir visitantes, es esencial habilitar convenientemente las instalaciones de la bodega. Ésta ha de saber revalorizarlas adaptándolas a los tiempos presentes en materia de seguridad y accesibilidad; pero, sobre todo, debe encontrar elementos que vertebren una visita y promover espacios donde interpretar el proceso de elaboración del vino. En definitiva, el futuro pasa por un aprendizaje que genere experiencias vinculadas al terruño, a las instalaciones vinícolas, a las personas que intervienen en el proceso de elaboración del vino y a su consumo, es decir, a todos los elementos que tengamos a nuestro alcance.

El enoturismo ha de suponer la puerta de entrada a nuestra comarca tradicionalmente agrícola. Las empresas agroalimentarias están estrechamente vinculadas al sector turístico, cultural y patrimonial. El patrimonio agroalimentario de la región debe convertirse en una locomotora del desarrollo  económico territorial. Ha de integrar los negocios locales, estimular la cooperación entre las diferentes empresas de la demarcación y mejorar las condiciones de vida de sus habitantes. Pero estos avances no deben proyectarse únicamente en el sector enológico sino que se han de extender también al turístico.

El enoturismo constituye una pieza clave para la cohesión territorial. Los recursos agroalimentarios, la hostelería, la restauración, el comercio especializado, las propias instalaciones del elaborador y el paisaje del vino son los principales reclamos turísticos de una zona. Sólo a partir de ellos podrán empezar a dinamizarse proyectos turísticos de desarrollo sostenible con sensibilidad medioambiental.

La singularidad del territorio, formado por la suma de las identidades de sus gentes, la diversidad de sus productos autóctonos, sus tradiciones y su manera de vivir, debe fomentarse. No puede olvidarse que una denominación de origen vinícola es diferente a un destino turístico. Conviene tener en cuenta el binomio turismo y vino. Y la fórmula infalible, «necesidad recíproca, beneficio mutuo». Por este motivo, se hace necesario empezar a trabajar en la creación de productos turísticos diferenciados, donde queden reflejadas las particularidades del territorio y la personalidad de todos sus actores y sus productos.

Las rutas del vino

Según Acevin, las rutas del vino son «los recorridos señalados y publicitados con paneles especiales en los cuales se insiste en los valores naturales, culturales, medioambientales, viñedos y bodegas, explotaciones agrícolas individuales o cooperativas abiertas al público; éstos constituyen el instrumento con el cual los territorios vitícolas y sus producciones relacionadas pueden ser divulgados, comercializados y disfrutados en forma de oferta turística».

La comercialización de los servicios y de los productos enoturísticos requiere de un alto grado de profesionalidad, compromiso y de conocimiento del sector por parte de los operadores turísticos. Hay pocas agencias de viajes especializadas en enogastronomía. El futuro del desarrollo turístico de estas zonas enorurales está en la colaboración conjunta de todos los actores del territorio. Bodegueros, restauradores, hoteleros han de trabajar con un mismo fin: dinamizar un proyecto unificado de territorio y ayudar a posicionar exteriormente el destino ofertado. Esto supone establecer firmes alianzas con las agencias receptoras para que puedan promocionar y vender con seguridad dicho destino.

Se trata de crear productos turísticos con un alto valor añadido, claramente definidos y bien diferenciados, para que puedan ser vendidos posteriormente: un producto, un servicio, un precio. Este grado de especialización del turismo enológico comporta la búsqueda de los canales adecuados y una precisa segmentación de clientes para fines promocionales y de comercialización de estos productos.

El enoturismo ha de apostar por un turismo de calidad, eminentemente sostenible, asociado al ocio rural, a

reconocidos chefs y a formas particulares de elaborar el vino. Un turismo, en definitiva, muy ligado a una idiosincrasia vital profundamente arraigada a la tierra, a lo autóctono,  y con una filosofía localista, pero sin descuidar ni por un instante su comercialización global.

En la Comarca del Nordeste encontramos a través de las Rutas de Vino de Jumilla y Yecla una intensa actividad enoturística que llevan a cabo las diferentes bodegas de cada uno de estos municipios, música entre vinos, catas, espectáculos en sus propias instalaciones, maridaje, visitas guiadas a sus viñedos,  así como adentrarse en el apasionante  mundo del vino en un recorrido por sus propias bodegas con guías expertos en la materia y muchas más actividades de ocio y cultura que puedes encontrar en cada una de las bodegas de esta comarca, un mundo de sensaciones y experiencias por descubrir para  el viajero intrépido.