Abanilla  se encuentra en la comarca oriental de la Región de Murcia,  a caballo entre las provincias de Murcia y Alicante.  Su nombre deriva del árabe Al-Bayada, que significa «la ciudad blanca«, en aquella época gozaba de un gran prestigio por la confección de tapices que se exportaban a Oriente.

Orientada a poniente y resguardada de los vientos por la cima del monte Zulum, se viven en Abanilla cálidos inviernos y muy calurosos estíos, lo que unido a las escasas precipitaciones ayuda a dibujar una paisaje árido donde matorrales y tomillares conviven con vides, olivos, palmerales y almendros.

Se le conoce como la Palestina Murciana, ya que junto a sus ramblas, aprovechando la escasa humedad de sus suelos crecen palmeras, formando pequeños oasis y desérticos paisajes. Salomón hace mención de ellas en la biblia, comparándolas a la belleza de las mujeres, las palmeras son una poesía al paisaje, que evocan lugares lejanos de oriente.

El Palmeral de Abanilla - conocido como el "Oasis Palestino de Murcia"

El Palmeral de Abanilla – conocido como el «Oasis Palestino de Murcia». La palmera datilera procede, al parecer, de Arabia, según se cuenta «hacia el año 756 d.C, el califa Abderramán I, plantó con sus propias manos una palmera datilera en el jardín de su palacio cordobés como homenaje a su añorada Arabia«. Según la leyenda todas las palmeras españolas procederían de este árbol plantado. Pero lo cierto es que no se tiene conocimiento certero del momento de su introducción en Abanilla, aunque ya en las Ordenanzas de 1422 se cita la palmera datilera como cultivo de la zona.

Tiene una superficie de 235,62 Kilómetros y cuenta con una población de 6.569 habitantes aproximadamente. Está situado a 222 metros de altitud sobre el nivel del mar, siendo el punto más alto la Sierra del Cantón (876 m). Veinticinco caseríos, aldeas y pedanías salpican el término municipal de Abanilla, donde se asienta la mitad de la población; construidas muchas de ellas a principios del Siglo XIX, a partir de las subastas de los terrenos considerados de Realengo. En los últimos años muchas de sus casas, cuevas o cortijos abandonados, están siendo rehabilitados como segundas viviendas o residencias de extranjeros, atraídos por el excelente clima y la tranquilidad. Las pedanías más importantes son Barinas con 936 habitantes, Mahoya con 609, Macisvenda con 594, Cañada de la Leña con 141, El Partidor con 126 y El Cantón con 103; en muchas de estas pedanías se han creado viviendas destinadas a alojamientos rurales, así como restaurantes para degustar la gastronomía típica.

Tiene un destacado medio natural, pero degradado con abundantes canteras. Siendo el municipio de la Región de Murcia con mayor densidad de canteras de áridos y derivados del mármol como la caliza marmórea, también cuenta con canteras de yeso.

Sagrado Corazón de Jesús, presidiendo el Lugar Alto de Abanilla

Sagrado Corazón de Jesús, presidiendo el Lugar Alto de Abanilla

Entre los lugares de interés de Abanilla destacan el Lugar Alto, con el monumento al Sagrado Corazón de Jesús  y resto de la muralla, el Santuario de la Santa Cruz en Mahoya y la Iglesia Parroquial de San José.

También merecen una visita el paraje de Sahués, el nacimiento del río Chícamo, del que es un afluente el río Zurca, en Macisvenda. Dicho río, principal en la historia de la Santa Cruz, actualmente se encuentra seco a su paso por Abanilla.

Por la Sierra de Quibas podemos encontrar las ruinas de la ciudad de Al Banyala y también el yacimiento paleontólogico de Quibas, que data de antes del final del Pleistoceno inferior, con una antigüedad de más de un millón de años, gracias a estos vestigios arqueológicos sabemos que Abanilla fue un asentamiento consolidado. Este yacimiento ha sido declarado Bien de Interés Cultural por su abundante y variada fauna, más de 60 especies de reptiles, mamíferos, anfibios y aves.

De la Edad de Bronce, encontramos hallazgos de actividad en el yacimiento de “El Morterico”; Tras la colonización griega, se desarrolla en la península lo que conocemos como cultura ibérica (siglos V y VI a.C) dejando a su paso por Abanilla, una serie de descubrimientos de poblados que se constatan por los fragmentos encontrados de cerámica y algunos trozos de “pilum” o lanzas de hierro.

Durante la dominación romana estas tierras fueron de paso entre las termas de Fortuna, Archena y la Vía Preparatoria que pasaba por Yecla y Pinoso. El descubrimiento en 1957 de una villa romana de carácter agrícola en la pedanía de Sahués, proporcionó numerosas piezas, parte de las cuales se conservan en el Museo Arqueológico de Murcia.

En el año 779, el califa Abderraman I conquista la zona de los visigodos instaurando una provincia con los términos actuales de Murcia y Alicante, cuya capital sería Orihuela y que se mantendrá hasta 1031.

Tras la Reconquista del Reino de Murcia, Jaime I El Conquistador dona la villa a la familia Rocafull para luego arrebatársela a favor de la Orden de Santiago, como premio a los servicios prestados. En 1281 los Rocafull reclaman la villa ante la Corte de Castilla, consiguiendo de nuevo su pertenencia. Años más tarde una serie de avatares obligan a ceder el señorío a la Orden de Calatrava, bajo cuyo dominio se produce la conversión masiva de todos los mudéjares. En 1856 se produjo el desligamiento de Abanilla a la Orden de Calatrava, lo que supuso su apertura e integración plena en la vida del país.

 

Acequia que conduce el agua al molino del Río Chícamo.

Acequia que conduce el agua al molino del Río Chícamo.

Formando parte de su patrimonio cultural, han quedado como huellas de la actividad de sus gentes los molinos de agua. Ya en el Catastro del Marqués de la Ensenada, se desprende que en Abanilla existían dos molinos: » En esta Villa y su término hay cinco molinos de aceite y dos harineros de agua…». Hasta la fecha se ha constatado la existencia de hasta seis molinos de cubo sobre la red hidrográfica del Chícamo y sus afluentes. Los más importantes son: el Molino del Chícamo, el Molino del Arco, Molino del Prado y el Molino de la Cal o de Santa Ana.

La actividad agraria continúa teniendo un papel destacado en la economía de Abanilla, pero es sobre todo la industria extractiva la que tiene mucha población empleada, ya que éste es el municipio de Murcia con mayor densidad de canteras, tanto de áridos como de derivados del mármol, como es la caliza marmórea.

Abanilla comienza a despertar del profundo letargo en el que quedó sumida tras la crisis de los años 50 y 60 por la tradicional industria del esparto o capacho, la despoblación o la emigración. Durante estos años ha subsistido gracias a la agricultura, fundamentalmente de secano, cultivando viñedos, almendros y olivos, así como a la explotación  de las canteras situadas en su zona norte.

Dentro de la villa de Abanilla, nos sorprende su casco antiguo, estupendamente conservado, formado por un laberinto de estrechas callejuelas que se agolpan en las proximidades del castillo. En ellas podemos encontrar nobles edificios, entro los que destacan el Ayuntamiento, la Casa Cabrera, la casa de la Encomienda o de los Diezmos, la casa Pintada y la

iglesia de San José, que cuenta con una peculiar cúpula azul semiesférica y un magnífico retablo tallado en madera de su altar mayor. Todos estos edificios datan del siglo XVIII. También cuenta Abanilla con un lavadero público, construido en 1929 y restaurado recientemente.

Otro lugar que resulta interesante visitar, es el Sagrado Corazón de Jesús, se accede a través de una interminable y empinada escalinata, que nos lleva hasta la escultura y a unas vistas espectaculares desde donde se divisa todo el pueblo con gran majestuosidad.

Las fiestas patronales de Abanilla, en honor a la Santísima Cruz, tiene lugar a principios de mayo. El día 1 se celebra el desfile de moros y cristianos, uno de los de mayor solera y arraigo en la región. El día 3 se celebra la popular romería a la ermita de la Santa Cruz, en Mahoya, declarada de Interés Turístico Nacional, a la que acude una gran cantidad de público, con gran despliegue de arcabucería y volteo de banderas. Los abanilleros se precian de conservar en dicha ermita unas astillas que, según la tradición, pertenecieron a los maderos en que Jesucristo fue crucificado.